miércoles, 9 de diciembre de 2015

Katsugen Undo, movimiento regenerador

"Al respirar, las dificultades se exhalan junto con el aire y uno tiene así una vida plena"

El Katsugen Undo es la actividad normal del organismo. Dicha actividad se observa en la realidad fisiológica, tal como que el corazón está latiendo, el cuerpo mantiene una temperatura constante y adecuada, estamos respirando, estamos digiriendo el desayuno que hemos tomado por la mañana, etc. Y esa actividad es natural, obviamente.

Sin embargo, aunque sabemos que todas esas cosas son lo que son, no les damos la importancia que tienen; nos hemos habituado a fijarnos más en las cosas que hacemos voluntariamente, pero si nos atenemos a lo que es la vida y lo natural, tendremos que fijarnos en que en el transcurso de la vida, la parte más importante es la etapa de bebé. Lo que hace un bebé es justamente el Katsugen Undo. Entonces, el adulto tiene que recuperar esa espontaneidad para sentirse saludable.

Katsugen posee dos kanjis, cuyo significado es katsu: vida y gen: vitalidad, energía o fuerza vital, cuya práctica fue concebida por Haruchika Noguchi para ayudar a la gente a recuperar su sensibilidad y el pleno rendimiento de su actividad fisiológica, y él mismo expresa que Katsugen es el movimiento que regenera la vida desde su raíz o el movimiento en el origen de la vida.

Por lo tanto, es el movimiento de la vida que se manifiesta en nosotros. Undo es una expresión que se traduce por movimiento, ejercicio o actividad, solo que esta última es, como he dicho, la que tiene lugar en el organismo. Pese a todo, aun en un intento de comprender que esta actividad natural tenga, realmente, alguna importancia y de que está sucediendo justo en este instante, a fin de poder hallar una diferencia cualitativa en el vivir cotidiano, es favorable la práctica de Katsugen, puesto que dicha actividad se encuentra adormecida en una mayoría de personas.

La práctica de Katsugen tiene como objeto regular, mediante la actividad del sistema extrapiramidal, las funciones naturales del organismo, y puede considerarse como un ejercicio del sistema motor extrapiramidal. Se restablece, por así decirlo, la actividad natural en nuestra fisiología, en tanto que las funciones vitales se han vuelto perezosas por la interferencia de nuestra voluntad, la cual está dirigida a potenciar el sistema piramidal o voluntario por el que hacemos gestos, actos y movimientos voluntarios, si bien ambos sistemas ponen en funcionamiento a nuestro cuerpo. Ahora bien, si se pone la salud y también el bienestar emocional al cuidado exclusivo del sistema piramidal, como solemos hacer, el resultado será incompleto y quizá adverso.

Así pues, la idea de franquear los límites de la inteligencia es algo que motiva al ser humano, pero existe un estadio preliminar a cualquier paradigma de inteligencia y que reside en el propio cuerpo; es la inteligencia del sistema nervioso autónomo y que está impresa en cada célula desde el principio de su formación, siendo el primer eslabón de la cadena de la vida. La inteligencia innata.

Subrayo esta inteligencia, porque el sistema nervioso autónomo es el medio que regula todas las funciones vitales en el organismo, como la respiración, la digestión o la circulación de la sangre. Y lo que en consecuencia se asienta en esa inteligencia es que existe un modo natural de mantenernos saludables, y se podría decir que consiste en dejar que eso ocurra, tal como las hojas del pino dejan caer la nieve., tomando como base las reminiscencias que todavía conservemos sobre los motivos por los cuales estamos viviendo.



Las condiciones atmosféricas, alimenticias o higiénicas no son en realidad las cosas que nos mantienen vivos, sino un deseo profundo de vivir y ese deseo se refleja en la actividad autónoma. Por consiguiente, es esto último lo que se debe de potenciar. Si no fuese así, nuestro cuerpo podría olvidar su funcionamiento de un día para otro, sin saber qué hacer para la digestión de los alimentos o para transportar la sangre por todo el organismo, por ejemplo. Esta es la base de la salud. Y si llegamos a aceptar que nuestro organismo es inteligente, no es lógico hacer segmentaciones de esa inteligencia y llegar a pensar que la naturaleza comete errores a la vez que se muestra inteligente. Esos errores pueden ser del tipo "enfermar", sea en términos bioquímicos, microbianos, etc.

De esto se deduce que la enfermedad no surge por causas externas, sino internas. Eso significa que surge mermando la vitalidad del cuerpo, interfiriendo en su proceso, su metabolismo, etc. Pero revitalizar el cuerpo consiste en estimular la actividad autónoma, con la idea de recuperarla, como he dicho.

Por otra parte, las indisposiciones forman parte del movimiento natural de la vida y no de un medio estático. En esta perspectiva no se puede considerar que el sistema inmunitario pueda volverse deficiente por la acción de microorganismos, por citar un ejemplo, más bien sucede al no dejarle el tiempo ni la oportunidad de actuar, sea por el miedo a las enfermedades o por la influencia del entorno. Al mismo tiempo, no cabe olvidarnos de que el cuerpo no es un elemento separado de la mente ni del espíritu.

Tampoco el cuerpo sugiere la imprevisión de ser una parte de la naturaleza, sino que personifica, como cualquier otra forma viva, la naturaleza. Pero si se percibe tal separación, eso significa que el cuerpo no está libre de una mente absolutista que desea controlarlo, en menoscabo de la vitalidad.

A tenor del concepto "enfermedad", hay que tener en cuenta que el Katsugen no es un medio técnico o terapéutico que podamos comparar y sumar a otros, ya que solo es una función natural de la que nadie está privado. De idéntica manera, no sería correcto trasponerlo en la frontera que rodea el misterio, ni aún menos llevarlo al terreno de lo prodigioso. A la sazón, los beneficios que podamos desear hallar en la práctica han de abordarse con la actitud de estar despojados de toda clase de "finalidades" y ha de observarse teniendo presente que dichos beneficios no son elementos que se adquieran del exterior, sino que son derivaciones normales de la actividad natural del organismo.

La práctica induce movimientos involuntarios, así como bostezos, mucosidades, etc., que son eventos espontáneos, y surgen de un deseo interno que es espontáneo.

En esencia, en el Katsugen, no solo se halla involucrado el cuerpo, también la psique, y a su vez incide, notablemente, en el desarrollo espiritual, de manera que en la práctica es imprescindible el blanco del papel o de la mente, por lo que se podría decir que el vacío que favorece lo espontáneo es el mismo vacío que el propio Katsugen induce al practicarlo sin finalidad y por la simple complacencia.

La espontaneidad corporal

Al hablar de espontaneidad solemos pensar en un niño al que se le puedan permitir ciertos comportamientos por el hecho de ser un niño. Si se trata de un adulto, se asocia a una persona liberal, graciosa o incluso maleducada. Pero aunque uno tenga que penetrar el sentido propio del comportamiento en las relaciones entre las personas de cualquier índole, la espontaneidad tiene que ver más que nada con el organismo. De ese modo, el organismo se comportará con espontaneidad y libertad de acción, sin inhibiciones, a menos que esté subyugado al pensamiento o a la imaginación.

Así, lejos de pretender entender lo que pueda parecernos insondable, ateniéndonos a la realidad cotidiana, veremos que el organismo manifiesta su actividad espontánea a través de la constante actividad del sistema extrapiramidal que atañe a los movimientos espontáneos, y por esa razón el maestro Noguchi ha propuesto la práctica de lo que ya preexiste en el organismo y que es el movimiento espontáneo o involuntario. Por eso es deseable observar que el cuerpo humano no es ningún elemento estático, pese a que se le trate de ese modo, más cuanto más progresamos tecnológicamente.

El movimiento es el indicador de la vida y este se revela igual en un bostezo que en la digestión de los alimentos, en el latido cardíaco o en el hecho de que la temperatura corporal se eleve o descienda, etc. Es movimiento porque hay actividad y es espontáneo porque sucede sin nuestra voluntad.

Así pues, los movimientos espontáneos revelan una dimensión diferente en el ser humano, en el referente de ser conscientes de ellos. Sin embargo, incluso lo espontáneo puede adormecerse limitando la funcionalidad de la actividad orgánica. Lo que hace el Katsugen es restaurar la espontaneidad, la actividad autónoma que ha mermado debido a nuestra influencia llena de ideas y progreso.

Dentro de la espontaneidad coexiste el hecho, como la mano que guía el pincel en la caligrafía japonesa, de que el cuerpo no siente deseos de dañarse a sí mismo, tal como la naturaleza no lo pretende tampoco, ni aun siquiera por la ignorancia que se le imputa a veces. Esto quiere decir que el deseo que tengamos por mantener un cuerpo saludable no es equiparable al deseo que tiene el propio cuerpo por esa misma causa, si bien se producen interferencias entre ambos deseos: el de la mente y el del cuerpo.

Por lo tanto, los cuidados más efectivos y lógicos que tengamos previstos para cuidar el cuerpo no siempre serán aceptados por este, y entonces nos daremos cuenta de lo que en realidad podemos y no podemos hacer, es decir, conocer el límite.

Una madre puede dar de comer a su hijo, vestirlo, darle una educación, ayudarlo, asistirlo, etc., pero no puede hacerlo crecer; nadie puede hacerlo a excepción del propio organismo de ese hijo. Eso es una forma elemental de conocer el límite, y si se advierte la sutileza de ese límite se podrá percibir que demasiadas veces tratamos de traspasarlo.

Por ejemplo, otros mamíferos son incapaces de comer sin tener hambre y el límite de ingestión de alimentos es el correcto. El ser humano, por el contrario, es capaz de comer sin tener hambre y de modificar el límite que le señala el hambre. Que se obligue a un niño a comer es una forma prematura de modificar y afectar negativamente a su propia inteligencia innata.

La inteligencia se observa en la naturaleza igual que en nosotros mismos, de forma que esa inteligencia se manifiesta en hechos innegables. En el otoño, muchos árboles se desprenden de sus hojas y se cubren de ellas en primavera, y es incuestionable que saben cuándo han de tener cada transformación, de la misma manera que el cuerpo sabe que tiene que formar hemoglobina, segregar hormonas, etc.

Extracto del libro Katsugen Undo, la práctica que restablece la salud y la serenidad

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