Lo más sencillo se olvida, sin embargo, una vez los seres
humanos traspasan la frontera de lo natural, volcándose a lo artificial, lo deducido
al margen de la naturaleza. Pero si uno consigue volver a lo natural, su
corazón explosiona de gozo. Aunque no se trata de comer sano o hacer gimnasia,
por ejemplo, sino de ver las cosas como un animal cualquiera, solo que ese
animal es también cualquier ser humano. Pero la vida es muy difícil de
comprender en su estado natural.
A pesar de todo conseguí comprenderla, si bien la parte más
difícil y fácil al mismo tiempo es el Tenshin. Este, junto al Zensei,
representa la filosofía del Seitai de donde procede la práctica del Katsugen. Zensei
significa vida plena, vida utilizada al máximo sin temor. Tenshin se refiere a
la mente pura, la del recién nacido, justo la que los adultos han perdido para
siempre.
Es por esto que considero el Tenshin como la quintaesencia
del Seitai, porque ese punto de vista devuelve al ser humano su autonomía como
ser vivo. Por eso he llamado así a mi nuevo libro. Está dedicado a la
naturaleza vibrante, pero sin excluir de ella algo tan genial como el cuerpo
humano. Me pregunto por qué las personas hacen tantos aspavientos ante las
eventualidades de la vida en vez de ser Uno con ella.
Muestro a continuación unos párrafos pertenecientes a
algunos apartados de unos pocos capítulos, por lo que no mantienen una conexión
entre sí. Sin embargo, pese a ello, pueden ser gratos para su lectura, aun
siendo un brevísimo extracto de mi libro: “Tenshin, la quintaesencia del Seitai”.
I
Un suceso espontáneo
Si uno tiene un hambre atroz de alguna manera sufrirá, tanto
más si está muerto de sed. Si el hambre o la sed no fueran desagradables, ¿para
qué íbamos a molestarnos en comer o beber? Pero el comer y el beber son parte
del trabajo de la naturaleza para la supervivencia. Si nos damos un golpe es
probable que duela, lo cual no es tan diferente de la sed o el hambre. Sigue
siendo supervivencia, ya que no es posible que la lesión se cure si no
ocurriese nada, si no doliese nada. A pesar de todo sí es posible sentirnos a
veces mal afortunados por estar vivos. Parece increíble, pero una vez bajo
tierra uno se vuelve como una piedra que no siente nada.
II
El instinto, lo más espontáneo
Lo que ocurre a nuestro alrededor es percibido e
interpretado según una serie de filtros que se hallan en el pensamiento. Es
inevitable en un ser humano, pero el instinto rectifica los errores de
percepción, los cuales son muchos. El problema reside en si el instinto está
funcionando y en el tiempo empleado en reaccionar. Una persona que en un
incendio se ve rodeada por las llamas es probable que se haya quedado
paralizada, sin reaccionar, mientras que una cebra siente y reacciona al
peligro que le acecha, sobreviva o no. Esto último nos preocupa a nosotros más
que reaccionar. Cuando hay un desequilibrio nuestro cuerpo busca
instintivamente reencontrar el equilibrio tal como el cóndor busca el calor
solar. Pero no es fácil confiar en algo que se ve como irracional.
III
El movimiento biológico
Todo se mueve, un objeto, una persona o animal, el viento
que sopla, el agua que corre, nuestro planeta que gira, etc. Es algo que se ve,
quizá sea alguien caminando, pero falta lo que no se ve, como por ejemplo la
sangre que corre por las venas. Incluso lo más evidente, la respiración. Lo que
menos se ve son las reacciones del cuerpo. Si una comida nos sienta mal tras un
disgusto eso es una reacción, si tenemos fiebre ante una infección o cuando hay
mucha tensión es una reacción. Todas estas cosas son un «movimiento biológico»
y por supuesto espontáneo; incluso la enfermedad lo es.
IV
La naturaleza del afecto
Cuando nos sentimos indispuestos pensamos a veces que el
cuerpo es hostil consigo mismo o débil. Si nos sentimos mal de ánimo se puede
llegar a creer que uno es hostil consigo mismo. Pero esta manera de percibir se
debe a una dualidad que ya se ha convertido en un proceso mental que ignora la unidad
de todas las cosas. Sin embargo, el cuerpo siente afecto por sí mismo, lo que
quiere decir que no desea dañarse. En realidad, siente tanto afecto por sí
mismo que está eliminando todo aquello que nos perjudica. Su naturaleza es pues
afectiva. Pero también la vemos un tanto vulnerable, aunque, ¿acaso no nos ha
facilitado vivir?
V
La naturaleza “inferior”
Pensar en algo desagradable que ocurra es pensar
negativamente. Ejercer una fuerza mental con el propósito de que deje de
ocurrir de inmediato es también negativo. El más y el menos de lo que uno
piensa son inferiores a mantener un estado indiferente de calma. La idea y el
tesón que se ponga en estar bien se supone que es una muestra de fuerza moral
para recuperarse, ya sea corporal o anímicamente. Pero a veces conduce a lo
contrario al no ser esa fuerza positiva. Es antagonista. Pensar en el potencial
de vida que se tiene es decididamente lo más positivo.
VI
El ser indivisible
La mente se vuelve una amenaza contra el cuerpo y contra sí
misma. Qué es lo que vemos es lo que ella nos hace ver: un solo lado, pero es
el que nos parece real y sin duda conveniente, aunque sea contra natura. La
totalidad se pierde, el individuo queda fraccionado, el cuerpo transformado en
una vasta enormidad de conceptos, y es entonces cuando quizá se necesite una
ayuda para redescubrir que somos un «todo» indivisible. Este y no otro es el
papel del Seitai; es diferente de la suma de partes para analizar, en lo cual
se basa el conocimiento adquirido sobre la vida. Pero por encima de esa suma
está la unidad de SER. Si no se puede ver así, ¿qué parte es entonces la que
estamos viendo? Es decir, qué parte de nosotros mismos, de la naturaleza.
VII
Corazón de cielo puro
El cielo puro no es una mera alegoría, es la mente del
recién nacido. En el adulto es un sentir, dígase una actitud natural que lo
devuelve al principio de la vida, incluso más atrás de haber sido engendrado,
al principio de un universo que no tiene principio ni final. Sin que haga falta
convencerse de si tal cosa es posible o no lo es. Un gato, un escarabajo, un
abejorro o un abedul saben que es así. ¿Por qué no aprender de ellos? Es mi
reiterada indicación. Pero mientras el hombre no salga de su «nimbo mental» y
deje de verse a sí mismo como una máquina que se estropea, en vez de un amante
de la vida, no podrá ponerse a la altura de estos seres.