sábado, 6 de agosto de 2022

Yuki: una experiencia sensitiva

Es posible sentir algunos fragmentos de existencia fuera del tiempo. Así, la experiencia de algo concreto se percibe hermosa, llenándose uno de cierto gozo por lo espontáneo de mirar hacia lo que aparenta ser invisible. Y esto, que parece la inspiración que emana de un corazón poético, concierne también al Yuki.

El Yuki resulta del Seitai. Es una forma simple de reunir el ki donde hay una necesidad a nivel corporal.  Al mismo tiempo, es una cualidad sensitiva, tanto para el área en que se aplica como en las manos, las cuales son las que dan forma al Yuki. Son manos que respiran, reavivando lo que tocan.

Es incorrecto considerar este hecho desde una perspectiva esotérica, más aún pensar en un poder reservado a pocas personas, y ni siquiera debería considerarse como un acto terapéutico. Tampoco compararse con lo que se le pueda parecer, ni mezclarlo con ello en el instante de hacerlo.

El Yuki implica el uso de la imaginación consciente o visualización, de modo que consiste en visualizar que se espira o exhala por las palmas de las manos, mientras que en la inspiración no se visualiza nada. Siempre por las dos manos a la vez, las cuales se colocan en lugar preciso, abiertas y con los dedos juntos. La respiración será abdominal y la exhalación más lenta que la inhalación. 

 
Se trata de disfrutar, pues, de su encanto particular. Sin la pretensión de curar algo, sino de ayudar al cuerpo a que reaccione en su forma natural. Y si intervienen dos personas, haciendo una a la otra el Yuki, debe haber una actitud de “I shin den shin”, lo que quiere decir: de corazón a corazón o de sensibilidad a sensibilidad.

Compartir sensibilidad entre dos personas es otra forma de decirlo. También de la ingenuidad de un niño proviene el Yuki de mayor eficacia. ¿Por qué? Por su espontaneidad. En todo caso, cruzar la inmensidad de nosotros mismos es algo bello que decir, pero es fácil que buscando una explicación al  resultado del Yuki pensemos en el efecto placebo.

La prerrogativa de una taza de té es estar vacía para ser llenada. Para ello puede ser útil una experiencia: la del “limón”. Mientras que una persona puede estar bajo el efecto placebo, la fruta no, y aunque puede utilizarse cualquier otra fruta, el limón se presta muy bien a la experiencia. También es gozoso de ver reavivar a abejas u otros insectos, pero podría uno no estar seguro de si el Yuki ha tenido algo que ver. La experiencia es como sigue: 

Se coge el limón o fruta y se divide en dos mitades. Se le hace Yuki a una mitad, pero a la otra no. Ambas piezas deben guardarse en el mismo lugar y en idénticas condiciones de temperatura, la cual será más bien elevada. Por eso es mejor hacerlo en verano, prescindiendo de aire acondicionado en el lugar donde se guarde la fruta. No hace falta decir que nunca en la nevera. 


El Yuki ha de hacerse a diario a la misma mitad, durante varios días, a veces, semanas. Al cabo de un tiempo, dependiendo de la temperatura, se podrán apreciar diferencias entre las dos mitades. La que no ha sido acariciada con el Yuki se pudre o comienza a hacerlo. 

En cambio, aquella a la que se ha hecho Yuki, se mantiene intacta por largo tiempo, aunque la parte carnosa se haya secado. Si la experiencia no resulta satisfactoria se deberá a no haberlo hecho correctamente, no haberse concentrado lo suficiente, tal vez. O haberse equivocado de mitad para hacer Yuki. Aparte, hay que aguardar hasta que una de las mitades (la que no se le ha hecho Yuki) se haya podrido.


Mi experiencia ha alcanzado niveles de satisfacción que no podía imaginar, al hacer Yuki a una gaviota herida y que esta echase a volar; y a otra gaviota moribunda la ayudé en su transición, pues esa es también una cualidad del Yuki. O a un pajarillo en las mismas condiciones que también finalmente echó a volar. O a personas, yo mismo incluido. Y en relación al amor el Yuki es una de sus expresiones si se comprende bien. 



También se extiende a cosas impensadas como cuando las carótidas pierden elasticidad, siendo esa una de las razones de acatarrarnos, como vía de reequilibrio. Con el Yuki aplicado a ellas se acelera el proceso de reequilibrio, así como el transcurso del catarro. Igualmente, es útil hacerlo en la fosa infraclavicular, en un hueco por debajo de la clavícula. 

He tenido la oportunidad de experimentar esto y mucho más, como cuando al sentir un dolor de estómago, echado en la cama, me he hecho Yuki a nivel del plexo hasta desaparecer, siendo esto solo un ejemplo. Pero los beneficios del Yuki no son cosas concretas, sino el hecho de favorecer la profundidad de la respiración, relajación y sensibilización, aglutinando el ki donde hace falta.

Igualmente se favorece la eliminación al hacer Yuki en ciertos puntos del abdomen, incluido el colon descendente o en la 2ª vértebra lumbar. Sea cual sea el caso, el Yuki sigue siendo un acto tan amoroso como sensible. Algo que brota del interior de una persona, como lo es una exhalación que ejemplifica a la naturaleza sublime, como la fresca flor y el propio cuerpo. 

 Temas relacionados:  El niño Yuki, El catarro en el Seitai, su naturalezadesconocida, Katsugen Undo la práctica que restablece la salud y la serenidad