Respirar es un intercambio de gases, a la ciencia le atañe la bioquímica, los procesos de combustión y oxidación, asimismo, las posibles anomalías del sistema respiratorio. Entre tanto, espirar, inspirar, transcurren siendo uno inconsciente de ello. La respiración es superficial, vivimos fragmentados, sin darnos cuenta, cumpliendo con las expectativas de Descartes.
Su esfuerzo ha sido establecer que el alma quede a un lado,
la mente a otro, el cuerpo a otro. Cada uno de ellos es fraccionado en partes a
su vez; finalmente, el ser humano se convierte en un «ser-máquina». De ese modo, la ciencia, la
tecnología, pugnan por un mundo mecanizado, la vida cotidiana se vuelve
cartesiana, lo humano comienza a ser un fósil que, sin embargo, tal vez deje
algún rastro. ¿Y qué hacer entonces?
Seguir ese rastro antes de haber muerto físicamente. Lo digo
así porque la pérdida de lo humano ronda por todas partes, las personas aparentan
estar vivas, pero la actitud, por lo común, es la de un ser inanimado. Tal como
avanzamos, más todavía. Resulta casi imposible establecer relaciones humanas,
incluso.
Nos rodea un mundo virtual que cambia la tierra húmeda y
mojada por entelequias que surgen de todas partes. Ya no hay flores, ni tierra,
ni arado, en nuestra mente aturdida. Pero no voy a quejarme de todo ello, sino plantear
lo que todo ser vivo ha de hacer: respirar, IKI SURU, sintiendo la vida. Espirar,
inspirar, KOKYU. Pero veamos lo más subrepticio.
Respirar proviene del latín SPIRITUS. Eso significa que en
algún momento de la historia, el espíritu o alma no ha estado separado de esa
función fisiológica que llamamos respiración. De la misma manera, tampoco la
mente del cuerpo. Sin embargo, esa mente carece de naturalidad, tal como la
respiración de la gente. El KI, un término desconocido para la mayoría de occidentales,
es espíritu igualmente, también energía, naturaleza, vida. Es lo único que a mí
me interesa, lo que se ve solo son adornos.
“Me sitúo al principio del Universo” es una frase del
maestro Noguchi. O en el centro. Ese principio
o centro lo es de la mente. Origina un inmenso placer sentirlo, se
parece al MU en la práctica del Za-zen. Es el vacío del que proceden todas las
formas. La puerta del cielo, el oasis de la paz. Las llaves son el Kokyu.
Se puede entrenar de diversas maneras, como la inspiración
concentrada, el Tenshin Go So, el Yuki y el Tama-No-Hireburi. La primera
consiste en hacer pasar el aire a través de la espina dorsal. Pero el modo
cartesiano de ver las cosas nos dirá que eso no es posible. Se trata de
visualizarlo en el momento de la inspiración. El Yuki consiste en espirar por
las palmas de las manos.
Es fácil pensar que estas cosas no son posibles, pero la imaginación puede vincularse a la respiración (vano es querer utilizar solo la imaginación), y tiene efectos. A no ser que lo dividamos todo. Que no es algo físico, no es una piedra, y que por lo tanto no es real, pensamos. Sin embargo, cada uno es libre de elegir sus realidades o irrealidades. Mi realidad es lo que siento, no lo que esté preconcebido desde hace siglos. Lo que siento es el ki, y es lo que hacemos pasar por aquí o allá...
Ese mismo ki autentifica las relaciones entre personas. Si una persona tiene mal ki me alejo de ella, si tiene (siento) buen ki me acerco; no puede ser más sencillo a condición de ser sensible al mundo que nos rodea.
El Tama-No-Hireburi consiste también en inspirar por la espina dorsal, pero haciendo vibrar el cuerpo, de una manera especial que no explicaré aquí. Es la vibración del alma en palabras del maestro TSUDA. Se hace tres veces y se invoca, por así decirlo, el centro que he mencionado. Es posible que resulte misterioso, poco racional, pero veamos lo mismo en la vida cotidiana.
De alguien que posea una gran habilidad para esquiar, cocinar, dibujar, etc., se dice que posee el Kokyu. Eso quiere decir que es capaz de, espontáneamente, absorber ese centro del que hablo. O sea, que la habilidad no es un aspecto meramente intelectual, la respiración lo precede. En mí destaca en la práctica de las artes marciales, aparte de otras cosas. Mi manera de moverme, mi velocidad, mi eficacia, se ven afectadas positivamente por el Kokyu.
Con el movimiento regenerador o Katsugen Undo, por otra parte, uno se sumerge en la frescura, la pureza de su respiración. La sensibilidad normal se restablece, todo el cuerpo respira. La mayoría de las personas no conocen el lenguaje de sus cuerpos, pero es porque no están al tanto de respirar. Se puede observar a alguien y ver que no está vivo, aunque camine, pero eso no podrá ser detectado por quien dé muestras de lo mismo. Se le puede ver flácido o rígido, no en cambio relajado y vital.
Una persona se sentirá en calma, se sentirá inmune a lo que ocurra a su alrededor, se sentirá igualmente autosuficiente, con vigor, reconquistará su juventud, las emociones, la fuerzas volverán a ser como antes de envejecer, se expresará libremente, sentirá el coraje, etc., una vez haya descubierto el Kokyu. Las pesadumbres son sustituidas por una fuerza, una frescura, un goce, un algo especial que brota en el interior de cada uno. De repente descubrimos que podemos respirar. Inspirar el Universo, situarlo nada menos que en el HARA, el vientre.