El paso de la existencia permite abrir un hueco en un punto ciego del pensamiento, en el
sentido de percibir lo que hemos venido a hacer a este mundo: VIVIR. Es algo
que hacen todas las especies de nuestro planeta sin un planteamiento
utilitario, filosófico, documentado, ni aún menos metafísico.
Así pues, las diferentes especies concuerdan en el acto de
vivir. Algo sencillo pero incompresible a los ojos de los hombres civilizados.
La civilización, saturada de talento, queda inmune frente al exorcista más
diestro, pese a que ya muchos sintamos el deseo de acudir a uno de ellos,
apenas nos damos cuenta de que «vivir» se vuelve una cuestión de analítica
empalagosa. Y mucho me temo que ese deseo lo sientan los niños cuando se les
acerca el momento crítico de ser PROCESADOS en la industria de la razón humana.
Pero vayamos al principio, es decir, a la asombrosa simplicidad.
Me encanta el raro proceder del maestro Zen que está subido
en lo alto de un cerro. Unos caminantes se lo encuentran y le preguntan por qué
razón se encuentra allí. Pero él no contesta. Entonces ellos le prestan
sugerencias: «para admirar el paisaje, porque se siente a gusto, quizá por
hacer ejercicio o respirar aire puro...». El maestro niega todas las razones
disponibles. No está por ninguna causa propuesta.
"Simplemente estoy aquí", declara al final. Está ahí sin
pérdidas ni ganancias.
Numerosas personas podrán admitirlo con la condición de
aplicarlo en chilindrinas de escasa importancia, pero en asuntos más serios el
proceder escapa a un terreno más seguro, más analítico. El hecho de que la vida
se valúe como SENCILLA puede causar cierta perplejidad al mecanismo complejo de
la sociedad. Pero yendo más lejos, quitar importancia a los asuntos serios,
entre los que también se encuentran las ambiciones tan bien atadas en el
pensamiento, nos causa pavor. No veas si se nos ocurre situar a un ser
irracional por encima del racional; te asegura un prócer de hereje o lunático.
Aun con todo seré sincero apostando, no ya solo por perros y
vacas, sino incluso por una ameba. Al menos, ni unos ni otros sufren en vano
traveseando con las ideas y los dividendos; tampoco se vuelven comatosos con
las distracciones, ni pierden la memoria visceral, ni malviven como nosotros. No
pasan calamidades de índole sentimental tales como la violencia, la pobreza, la
enfermedad, etc., requisitos sin los que la humanidad se vería condenada a
regocijarse en una PAZ a la que se trata de esquivar. Quién sabe si por
parecernos aburrida y terrible. Uno no podría ya quejarse.
El caso es que si el raso acto de vivir parece poco racional
por su sencillez, la paz se encuentra en el mismo punto de mira. Pero démonos
cuenta de que no solamente por la simplicidad se distinguen de nosotros
animales y amebas, también por HUMILDAD. No en balde domesticar a la naturaleza
nos pone en trance de SOBERBIA, cuando humilde y fácil es seguir sus
directrices. Sin duda, inteligente. Recordemos que lo que se nos pide es
entereza y humildad...
No obstante, contra todo propósito de humildad, convence más
la autodefinición de racionales contra la falta de inteligencia animal y así
poder subestimarlos; pero lo que interesa subliminalmente es restar
racionalidad a las personas que no opinan lo mismo que uno o que carecen de fe
en lo preconcebido. Pasan a formar parte de las bestias.
Ahora bien, estas no tropiezan jamás dos veces en la misma
piedra a no ser que los hayamos domesticado tanto como a nuestros hijos. Ni
mucho menos están en conflicto permanente como el ser humano, pero eso sí, a
nuestros ojos son incapaces de distinguir el bien del mal. Y no pensemos solo
en animales, pues cualquiera puede comprobar que el vecino con el que acaba de
discutir tampoco distingue el bien del mal.
Me pregunto, pese a todo, para qué le sirve a uno
distinguirlo si escoja lo que escoja siempre lo llamará BIEN. El MAL lo
atribuye a la oposición. ¿Acaso no se puede digerir la dualidad? Parece ser que
no.... si es que se da el raro caso de intentarlo. Pero el asunto estriba en
que si no se digiere no habrá UNIDAD. ¿Y qué dios va a dejarse ver por el mundo
de las particiones?
Fíjate en los movimientos de rotación y traslación de la
Tierra, en sus estrictas leyes naturales, las condiciones imponderables para la
vida y un largo etcétera. Si cabe hasta que un manzano no se equivoque en dar
sandías en vez de manzanas, por no hablar de la gestación de nuevos seres en
cada especie. Pero hay que preguntarse con toda ironía qué importancia tiene
eso comparado con la informática, la arquitectura, la automovilística y otras
cosas a las que no pretendo quitar importancia, desde luego.
Media hora antes de escribir estas líneas he visto
sorprendido un ratón saliendo del enrejado estrecho de una alcantarilla. Lo
primero que ha sacado es el trasero, lo cual me ha parecido lógico puesto que
es su parte más gruesa. Si consigue que su trasero pase las rejas el resto del
cuerpo lo hará sin dificultad. Ignoro si habrá alguna razón en boca de los
científicos, pero me quedo con el hecho visible ante mis ojos: la humildad de
lo irracional.
Y hay más cosas irracionales, como llamar MADRE a la Tierra
o AMIGO al dios que todos temen o ignoran. Es que la sociedad no está para
amigos imaginarios y madre no hay más que una: el SISTEMA que clasifica las
especies, a su antojo, sin tener en cuenta su EXISTENCIA. Da igual si es
social, administrativo, científico, corporativo, religioso, educativo, etc.
Si el hombre sabe vivir es ya otra cosa. Resulta difícil
vivir mientras uno se asfixia atrapado en los sistemas que él mismo ha creado.
Claro que no se trata de prescindir de lo imprescindible; basta con ser capaces
de corregir lo que no funciona, lo cual es un acto de humildad, además de
inteligencia.
A fin de cuentas, los dramas y tragedias que padecemos no
corresponden a la ciencia ficción, sino a la ignorancia, la soberbia y el
miedo, justo los visados que se
necesitan para vivir en un infierno como el nuestro. Pero imaginemos qué nivel
de INEPTITUD se necesita para poder transformar un paraíso en infierno. No está
al alcance de cualquiera que no sea humano. Sin embargo la AMEBA es, contra
todo pronóstico, un "inteligente antepasado"; si continuamos viviendo es
gracias a no haber perdido del todo el contacto ancestral con ese ser tan
especial.
Del libro: “Un dios en el bolsillo”