domingo, 28 de octubre de 2018

Una realidad diferente: la concentración

Una realidad es “realidad concreta”, lo que quiere decir que no existe “la realidad” universal; se puede salir de una realidad y entrar en otra diferente. Todas las realidades dependen de la dimensión espacio-tiempo, porque pueden ser alteradas. Esto permite que uno pueda salirse incluso de sus dificultades y sinsabores.
  
Dogen, el maestro precursor del Zen en Japón, habla del Ser-tiempo. Somos el tiempo de vida, el tiempo empleado en tomar consciencia de vivir.  Chuang-Tzu soñó que era una mariposa y solamente tenía consciencia de mariposa, no de hombre. Al despertar, dudó de si era un hombre que había soñado ser una mariposa o si era una mariposa que ahora soñaba que era un hombre. 

No se trata de tomar literalmente la posibilidad de no distinguir entre lo que llamamos sueño y lo que entendemos por realidad. Sin embargo, las capacidades de una persona pueden verse modificadas en determinadas circunstancias. Una persona tiene una fuerza limitada, pero de repente esta se le multiplica. O al contrario, se le resta. 

Existen infinidad de casos como el de una mujer mayor que levanta un pesado mueble para sacar a su nieto de debajo; tiene ochenta y cuatro años y le cuesta normalmente levantar una silla. Un hombre, también mayor, bate el record de velocidad para coger a otro niño a punto de ser arrollado por un coche que recula sin ver al niño. Es diferente a cuando una persona, en estado de pánico, pierde sus fuerzas. ¿Y a qué se debe este fenómeno?

Es la concentración, la cual se entiende como un proceso mental, pero yo hablo de la concentración del ki o fuerza vital en un punto concreto. Esto es solo posible a través del vacío mental y la respiración. En cuanto al vacío, suelo decir que en los momentos críticos hay que procurar que el pensamiento no sea un estorbo. 



En las artes marciales, el oponente representa un obstáculo, pero en realidad este es el propio pensamiento. Por eso al practicar pido moverse sin mente. Esto es posible gracias a que el tiempo es relativo y puede ser modificado, tanto como las capacidades humanas. Se puede dudar de esto, pero muchas veces, cuando parece que voy a recibir un golpe es mi oponente quien lo recibe. El tiempo se ha modificado a mi favor.

La respiración es la manera con la que se logra el vacío mental, y despertar el sistema motor extrapiramidal. Con ese despertar el cuerpo funciona a la velocidad adecuada y con las capacidades adecuadas, tanto si se trata de la salud, como de la reacción ante cualquier peligro. 

Lo que llamamos reflejos es una reacción, pero es preciso distinguir entre reflejos condicionados y reflejos autónomos. Los primeros surgen de la repetición, pero pueden volverse en contra; por ejemplo, al reaccionar ante una finta (en las artes marciales). Cuando se reacciona verbalmente contra una persona es un ejemplo de lo mismo y eso hace que muchas veces metamos la pata.  

Los reflejos autónomos son reflejos puros, que son puestos en marcha por nuestra propia naturaleza. Estos son los que en verdad nos mantienen saludables, los que nos hacen reaccionar ante cualquier evento con una eficacia impensable. Los que velan por la supervivencia a todos los niveles, los que modifican la noción del tiempo y de la fuerza; solo que en el hombre civilizado se encuentran como embotados. 

Esto se nota también al conducir. En mi caso, mis reflejos son bastante altos. En una ocasión giré rápido el volante hacia la izquierda, para evitar colisionar con un vehículo que se saltó un semáforo a mi derecha. Pero entonces un vehículo se me echó encima por la izquierda y tuve que esquivarlo otra vez hacia la derecha. El primer vehículo frenó y se paró, teniendo que volver a la izquierda. 

Todo salió bien, aunque parecía imposible. Una taza de café salta por los aires, el plato en una dirección, la taza por otra, la cucharilla por otra, pero alguien recoge las tres piezas en el aire, girando en diferentes direcciones, lo que parece más imposible aún, igual que caerse de cierta altura y ser capaces de decidir dónde agarrarse sin que haya tiempo para eso. O que tal como se está formando una anomalía en el cuerpo, este busque neutralizarla de idéntica manera.



El reflejo autónomo puede restablecerse, no obstante, a través del movimiento precisamente autónomo, y es por eso que el Katsugen Undo resultar ser un no hacer. Es así, porque con la respiración se estimula la actividad extrapiramidal. La práctica grupal, vista desde fuera, parece un concierto de bostezos, moqueos, suspiros…, que son signos de actividad autónoma.

La concentración surge espontáneamente. Después, relajación y calma, es el indicativo de que todo ha ido bien. De que no haciendo nada hemos cruzado el umbral de otra realidad posiblemente más natural y perfecta que ninguna otra. El adormilamiento da paso a la concentración. 

martes, 9 de octubre de 2018

Tenshin Go So

"El hombre debe ponerse a la altura del Universo en cuestión de armonía, cualquier otra especie lo está desde el principio”

Más allá de las técnicas, por encima de victoria o derrota está la armonía. Sin embargo, estamos faltos de ella, al igual que de concentración, pues la mente se mantiene dispersa a lo largo de toda una vida, entre lamentos, desconciertos, teorías, complicaciones, problemas y remedios que resultan ser los peores problemas. En lo que concierne a las artes marciales, la falta de armonía elimina su esencia y también el arte.

La armonía es un estado de no enfrentamiento (psicológico) que sin embargo nos evita la derrota. El Universo siente, el hombre siente. El Universo se mueve, el hombre se mueve. Por eso debemos movernos, hacer… en armonía con lo que nos rodea. Pero es la verborrea mental, que no cesa, la causa principal de desarmonía. Las palabras ocupan el mayor espacio en la mente, pero las palabras mienten y por eso podemos abrirnos a una realidad superior a la de las palabras: el sonido puro. Es un instante de no decir nada, de no pensar en nada y de entregarse a fondo.




Describiré un poco la práctica del Tenshin Go So, en la cual se utiliza la palabra en forma de sonido primigenio. Seguramente recordaremos aquellos primeros días en el parvulario aprendiendo lo esencial: el "a, e, i, o, u". Pues bien, eso es lo que vamos a hacer, regresar al parvulario. Al de la concentración y la armonía.

Se trata de entonar las vocales A, E, I, O, empezando y acabando en AUM. Es una práctica especial, cuyos sonidos se recogen en el ancestral Kotodama, que significa "palabras sagradas". Sin embargo, lo sagrado no está en un orden metafísico, sino en el instante de fusión con los elementos naturales; eso precisa de la existencia de un mundo interior de sensaciones vivas.

Por otra parte, antes de continuar, veamos el significado de las vocales en el contexto espiritual. A representa lo invisible del Cosmos. E lo creativo, I los fenómenos de la vida y O el final del movimiento que da paso al siguiente. OM o AUM representa el Universo infinito. Al mismo tiempo las vocales representan a los cinco elementos.

De la misma forma se necesita concentración, pues vocalizar, ejecutar movimientos y repetirlos mecánicamente no sirve de nada. Así que manos a la obra...

La condición es mantenerse relajados, escogiendo un lugar apropiado... al aire libre, dependiendo del lugar en que uno se encuentre. Si tienes la ocasión de subirte a un cerro, o al pico de una montaña, aprovechando una excursión, mejor que mejor. El estómago debería estar vacío, asimismo. 

Por lo demás, únicamente hay que pronunciar las vocales, procurando que el aire inspirado emerja de la parte baja del abdomen (por debajo del ombligo), por lo cual la respiración ha de ser abdominal. La pronunciación va acompañada de los movimientos que describiré a continuación.











Partimos de una posición erguida con los pies juntos, mirando al frente. Las manos se enlazan, igualmente al frente, de manera que la izquierda nos quede por encima de la derecha, con los pulgares recogidos. Se comienza entonando "Ummmmmmmm... Fig. 1

A continuación se separan las piernas (se desplaza el pie derecho hacia la derecha), adoptando una postura del doble de anchura de los hombros, aproximadamente, y con los pies mirando hacia fuera. 

Al mismo tiempo, el tronco y la cabeza se inclinan hacia atrás, mirando al cielo. Los brazos se separan hacia los lados y las palmas de las manos miran también al cielo. Fig. 2

Vocaliza el sonido: "Aaaaaaaaa...", de forma que su cadencia se alargue hasta el final del movimiento siguiente. La postura y la mirada se mantienen igual, pero los brazos ascienden trazando un círculo de fuera a adentro. Fig. 3

Aquí finaliza la primera vocalización. Acto seguido, el tronco se endereza, y se hacen descender los brazos, de manera que el círculo trazado es ahora de dentro a fuera. Se vocaliza: "Eeeeeeeee...". Fig. 4

Acto seguido, los brazos regresan al frente, formando con las manos un triángulo, juntando los índices y los pulgares. Fig. 5











Manteniendo la misma posición en las manos, se asciende frontalmente, de manera que el triángulo apunte al cielo volviendo a inclinar el tronco hacia atrás, y mirando al cielo. Se vocaliza: "Iiiiiiiii...". Fig. 6

Después se traza un círculo, de dentro a fuera, que desciende para luego ascender de frente con las manos juntas, por encima de la cabeza, como sosteniendo algo en ellas. Se vocaliza. "Ooooooooo...". Fig. 7 y 8

Se recoge la pierna y se juntan los pies, retornando a la postura inicial, entonando "Aummmmmmmm...". Fig. 9

Nota: las manos han de permanecer abiertas, con los dedos separados, excepto en los pasos 1 y 9, en los cuales se mantienen abiertas, pero los dedos juntos. Por último se repite el proceso entre tres y cinco veces.

En resumen, que uno grita al Universo y este le devuelve el eco, lo que supone mantener una relación sin igual. Sin embargo, la vía de comunicación es el interior; se da el caso de que el ser humano ha llegado a desconectarse de su interior, sustituyéndolo por otro externo, construido y contaminado. ¿A quién escucha uno? A sus voces compulsivas, a las de los demás, en un vivir de trivialidad y repetición.

Ver el video para apreciar mejor los detalles:

viernes, 5 de octubre de 2018

La estructura del conflicto

Superar la discordancia entre yo y el mundo no es un ensueño, es el resultado de superar primero la discordancia entre yo y... yo. De lo contrario, la opción disponible será el conflicto. La discordancia conlleva la discordancia de reglas, de las cuales hemos hablado, en primer lugar. El yo no es más que un conjunto de pensamiento y palabras, ordenadas para dar significado a todo, incluyendo al propio «yo».

Si una regla nos es impuesta desde el exterior, o si una propia es contradicha o inutilizada por la fuerza habrá conflicto; al mismo tiempo, se valora y protege la razón de uno mismo frente a la de los demás, siendo esta la regla principal.

La razón es un sustantivo abstracto, como la belleza, la amistad, o el amor; al mismo tiempo, es incontable puesto que no podemos tener cien razones en el sentido de ser cien veces racionales. En su forma verbal el hombre «razona», es decir, que ejerce la razón o cognición. Pero a la razón se le da un doble sentido diciendo: «Tengo razón»; es como decir que solo es válido mi razonamiento.

«Tengo tres razones para afirmarlo», es hacer pasar lo incontable como contable, y cada una de las razones es un argumento en defensa de un valor. Este es el que se le da a las circunstancias y hechos relacionados con la lógica, según nuestra interpretación.

La razón es pues lo que defendemos igual que un animal defiende su territorio, solo que esta no es física, sino mental y por ende sintáctica. La razón se compone de creencias, opiniones, certezas, perspectivas, reglas, etc., que en su conjunto nos parecen racionales. Pero dejan de serlo por su arbitrariedad. Aunque no dejaremos de defender aquello en lo que creemos y que sin embargo no siempre es lo que decidimos.

Rara vez una persona ha decido libremente creer en algo (sería un acto de fe). Lo que cree ha surgido de una experiencia (o varias) pasada o simplemente se basa en ideas preconcebidas. Además, cada creencia se percibe como una realidad absoluta en un mundo que, por el contrario, es relativo.

Siendo así, un problema o un conflicto se considerarán igualmente como absolutos o inmutables. Al mismo tiempo, las creencias pueden hacer que personalicemos el problema o conflicto. Tanto es así que uno llega a percibirse a sí mismo como el problema o conflicto; se ha identificado con ello y no puede establecer una línea divisoria.

¿Y quién es el que está equivocado? Alguien o algo, nunca uno mismo a pesar de todo. Aunque el conflicto siempre estará ahí, si bien existen dos clases de conflicto: interno y externo, relacionados entre sí.

El conflicto interno

Fuera del marco espiritual, no se experimenta la unidad de Ser. Por el contrario, estamos divididos (mentalmente) en tantas partes como queramos imaginar. Entre las diferentes partes puede haber un conflicto o varios. De hecho, los hay en variedad y casi de forma permanente. Por ejemplo, una parte de nosotros quiere, desea estar delgada y saludable, y otra nos empuja a comer en exceso. Este es pues un conflicto interno.
 

¿Hasta dónde es responsable uno de sus conflictos? Lo cierto es que se crean con el lenguaje con el que damos forma a la razón, creando un valor de la misma. Si, por ejemplo, no somos capaces de tomar una decisión, es porque no tenemos claro qué es lo que más valoramos en cierto momento y determinada situación. 

Además, entre algunas cosas de las que valoramos es probable que haya discrepancias. Si lo que más aprecio (valoro) es la libertad y, al mismo tiempo, me preocupa lo que digan los demás tendré un conflicto interno. Y tanto lo que yo valore como lo que los demás digan está sujeto a una organización sintáctica.

Por otra parte, hay que considerar cómo están organizados los valores. Según lo estén pueden crear o no un conflicto. Si, por ejemplo, valoro la honestidad por encima del éxito tendré un conflicto si por alguna razón me veo obligado a sacrificar el primer valor por el segundo.

Aunque me descubro diciendo que en este caso sea preferible no sacrificarlo nunca. Esto mismo demuestra, sirva de ejemplo, que para mí la honestidad ocupa un elevado lugar en mi propia escala, aunque NO me crea conflicto por tenerlo bien claro. Y conscientemente he sacrificado muchas veces el éxito por la honestidad.

El conflicto externo

Opera de la misma manera que el conflicto interno, con valores que entre dos o más personas difieren en importancia y orden. A esta clase de conflicto se le sumará el conflicto (interno) de cada persona, lo que a su vez creará un halo de incongruencia que una persona aprovechará contra otra.

Imaginemos a dos personas que vivan juntas, una es metódica (valora el orden y además el trabajo) y la otra no da prioridad a ninguna de esas dos cosas, o peor aún, es perezosa. Antes o después habrá un conflicto externo entre ambas personas.
 

Ahora supongamos que la persona que no valora el trabajo sueña con conseguir algo. La persona que sí valora el trabajo es muy probable que utilice la pereza de la otra persona como argumento contra ella. Pero la persona perezosa se defenderá recurriendo a toda clase de argumentos según sus creencias y preferencias. La otra persona hará lo mismo y así sucesivamente.

Imaginemos que se trata de varias personas, una familia, un grupo, una nación, un planeta entero, quienes tenemos que convivir con la convicción (inconsciente) de tener que ajustar (forzosamente) a todo el mundo a la propia escala de valores, o la del «grupo líder», ya sea religioso, político, etc.

Por otra parte, y en base a lo antedicho, si una persona trata de conseguir lo que quiere tratará de que otra persona no lo consiga. Mientras tanto, es probable que lo que la primera consiga no sea lo que en realidad quería.

En resumen, que nos enfrentamos a partes antagonistas, cuya complejidad viene dada por ser entre uno mismo y con los demás. El asunto se vuelve aún más complejo por la dependencia generada. ¿A qué? A una parte negativa de uno mismo utilizada contra los demás o al conflicto en sí.

Y si de lo que se trata es de lidiar con un oponente verbal, tengamos en cuenta que discutir no es lo mejor, sino cuestionar razones que él trate de imponernos.

Extracto del capítulo La estructura del conflicto del libro: "Lenguaje transformacional, la sintaxis del bienestar emocional"