Refinarse es un acto en el que uno mejora su carácter, lo corrige, evoluciona. Es, asimismo, Misogi o el arte de purificar cuerpo y mente, el espíritu; igualmente, de sensibilizar, como cuando hacemos Yuki. Y si bien puede hacerse este en el cuerpo humano, en animales, árboles o frutas, pueden incluirse, excepcionalmente, ciertos objetos.
Uno de ellos es el Bokken o sable de madera utilizado en las artes marciales Budô. Puede ser fascinante descubrir un fenómeno que se produce al refinar el sable de madera a través de la respiración, Kokyu, en la cual las manos intervienen.
Al coger el Bokken, por lo general se nota pesado, en el sentido de peso real. Si uno es sensible lo percibirá incluso tosco. Pero si la persona es tosca el sable se percibirá tan tosco como ella y los movimientos serán más lentos, menos diestros, menos decisivos. Es por eso que antes de combatir debe aligerarse el sable. Aunque si uno es tosco no va a poder entender qué significa refinar el sable, y no es otra cosa que refinar el espíritu.
En esencia tiene uno que refinarse a sí mismo a lo largo de los años. Pero vayamos a la experiencia del sable. Al cogerlo con las manos, hay que sentir su peso y hacer que este disminuya antes de combatir. Se consigue al concentrarnos en el acto de empuñar el sable, transmitiéndole la respiración tranquila que se supone que debemos de tener.
Las personas que no son practicantes del arte de la espada, pueden hacer la experiencia con un bastón o palo, siempre de madera. Las que practican, que eviten hacerlo con katana de forma regular. Qué hacer con el Bokken lo describo a continuación en tres pasos. La duración será de unos diez o veinte segundos cada uno, no más.
1. Se sujeta el Bokken, según la forma correcta, con
la mano izquierda por debajo y la derecha por encima, en la empuñadura. Hay que
imaginar que inspiramos a través de la hoja del sable, visualizar, más bien. Y no solo aire, en realidad, se inspira ¡el
Universo! En la espiración o exhalación no se visualiza nada. Esto es una forma de Gyoki.
2. Ahora, se sujeta el Bokken entre las palmas de las manos y se le hace Yuki o espiración concentrada por las palmas. Se visualiza que el aire sale por ellas, penetrando el objeto y envolviéndolo. En la inspiración no se visualiza nada.
Esto conlleva tratarlo con afecto. Igualmente debe tratarse con afecto al oponente, aun cuando fuese a morir en nuestras manos. Parece contradictorio, pero tal actitud afectiva contribuye al golpe decisivo. En cualquier circunstancia es mejor actuar con afecto que con odio. El Universo, Dios, responde siempre al afecto.
3. Se coge el Bokken empuñándolo a la manera usual, como si uno fuese a combatir y al hacer unos leves movimientos sentirá que el sable (o bastón) pesa bastante menos.
Será algo difícil de comprender y más practicar para quien esté inmerso en la idea de deporte o que tenga muy marcada la idea de adversario. Sin embargo, no se debería prescindir del ki. El practicante común lo desconoce, no tomando consciencia de cómo fluye en él. Pero si uno prescinde del ki, no dispone más que de una masa de carne para mover.
La táctica sin táctica surge de una inteligencia que rebosa
ki. Si se pone correctamente lo que digo en práctica, se notará que el sable se
aligera y que parece que se mueva por sí solo. Esto es válido para las piernas
y brazos que golpean, de modo que uno ha de notar el peso de sus miembros y
aligerarlo. Refinar el sable o los miembros es parte de refinar el espíritu.
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