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sábado, 26 de marzo de 2022

Ki negativo, Zyaki, y puntos de tensión

Eventualmente estamos expuestos a personas y situaciones consideradas enemigas; sin duda, negativas, dañinas, surgiendo la necesidad de combatirlas. ¿Y estamos seguros de qué o quién es el enemigo? Ir contra el blanco equivocado es ir contra uno mismo, más, en épocas, donde el caos encadena inexorablemente al ser humano.

Si, por ejemplo, nos enfadamos con una persona, ¿es esa persona la que nos causa malestar? ¿Es ella el enemigo a combatir? No, es el Zyaki creado por uno mismo durante el enfado. Es energía o ki NEGATIVO, el cual se crea en medio de la TENSIÓN, siendo bastante para sentir falta de ánimo, ansiedad u otras emociones perniciosas.

Cuando la energía vital se excede y bloquea se crean tensiones que no todas se eliminan descansando. Si se alcanza el punto máximo de tensión uno se rompe. La comparación no es exagerada teniendo en cuenta que el cuerpo está sometido por la mente. Entonces, la energía se parte en dos, por así decirlo, la del cuerpo y la de la mente, formando antes puntos de excesiva tensión, como el plexo solar. 

 
Es una situación crítica en la que se facilitan los desequilibrios orgánicos y reacciones más o menos negativas o violentas. Uno enferma de forma innatural, es decir, violenta, o padece crisis de ansiedad o depresión, se tienen pensamientos de odio o incluso tal vez de suicidio, en un extremo, o peor, pensamientos o sentimientos homicidas.

En la enfermedad la energía se halla también dividida en dos, la de la mente y la del cuerpo, y eso crea un punto de tensión límite. En todos los casos, la mente se halla dividida entre lo que se desea y rechaza. ¿Y acaso no es lícito hacer justicia cuando alguien nos violenta u obstaculiza la vida tranquila? Desde luego que sí, siempre que NO cree uno Zyaki para sí mismo; sí, en cambio para el agresor, dejando que sea él quien genere su propio Zyaki. 

Hace ya quince años que aprendí esta lección. Conduciendo, cambié de carril y en ese instante escuché el claxon de un vehículo que venía descontrolado. Estaba a suficiente distancia de mí, pero a su ocupante le exasperó que me colocase por delante. Y como yo iba despacio se encolerizó, haciendo sonar el claxon por espacio de unos trescientos metros, gesticulando y asomándose de vez en cuando por la ventanilla.

Paramos en un semáforo en rojo, él, justo a mi nivel en el carril de al lado. Me amenazó con palabrotas abriendo las ventanillas y hasta se asomó por una ventanilla golpeando la puerta. Llegó a levantar un puño en alto y hacer el gesto de cortarme el cuello. ¿Y qué hice yo?

No le seguí la corriente, no le respondí, yo miraba al frente como si nada ocurriese. Él abrió la puerta, seguramente para acercarse y agredirme, pero en ese momento el semáforo se puso en verde y continué mi camino.

Mi actuar quizá fue resultado de la no resistencia que había aprendido del Aikido de Morihei Ueshiba; me había vuelto “agua” a sabiendas de que lo suave vence a lo rígido.

Conseguir algo así, no obstante, no es tarea fácil, hace falta práctica y esfuerzo. Y la actitud es la misma cuando uno se encuentra mental o físicamente mal por cualquier causa. O todo lo que ocurra habría que considerarlo como aquel sujeto del semáforo. Nada de tensiones.

Otra cuestión es si tenemos que callar siempre de forma sumisa. Uno puede callar, pero no por sumisión. A veces, es necesario poner los puntos sobre las íes, decir lo que hay que decir, pero esta es la clave, se calle o se discuta: sin contenido emocional. Es decir, sin crear Zyaki. Me viene a la memoria que cuando el maestro Ueshiba se enfadaba decía, con una gran sonrisa, que habían sido los dioses furibundos. NO se enfadaba por dentro.

El ser humano, al erguirse, como compensación, posee un centro de gravedad y equilibrio situado en el bajo vientre. Este punto actúa como una caja distribuidora, como las que hay en las viviendas. Eso favorece la repartición equilibrada de energía por todo el cuerpo. Pero el cuerpo tiene que eliminar siempre los excesos de energía y los puntos de tensión.

Los catarros, la diarrea, hacen de basureros a condición de que el cuerpo esté bien despierto. Si no lo está (es lo más frecuente) se puede recurrir a medios como la práctica del movimiento regenerador o Katsugen Undo, el cual no es más que el refuerzo de la actividad natural del organismo. Pero antes, el plexo solar ha de relajarse (lo que debería hacerse en cualquier circunstancia de tensión, también para ayudar en el transcurso del catarro):

Se inspira y se espira lentamente por la boca presionando en el plexo con los dedos: índice, corazón y anular, al mismo tiempo que se inclina el tronco hacia delante lo más posible. Se sienta uno en la postura tradicional japonesa, seiza, sentados sobre los talones, aunque también puede hacerse en una silla e incluso de pie si resulta difícil. El plexo se relaja y se elimina ki negativo que se acumula, endureciéndolo.


Por último, contaré un sueño que tuve. Me encontraba en un bosque y los árboles empezaron a decirme que aprendiera a evitar o controlar el Zyaki. “¿Qué puedo hacer?”, les pregunté, y me respondieron que lo mismo que ellos. Lo capté sin que interviniera mi diálogo interno y sí derramando lágrimas de alegría. El que parecía más anciano dijo: “Esas lágrimas, si perdurasen, podrían llevarte al Nirvana”. Nada fácil, desde luego, pero bajos los pies está el camino.

Nota: este sueño lo transcribo de mi libro autobiográfico "Tras las huellas de Eiên"

Temas relacionados:

Artículos: Zen sobre ruedas  Contraer, relajar   El hara y la estabilidad 

Libros: “Katsugen Undo, la práctica que restablece la salud y la serenidad”, “Tenshin, la quintaesencia del Seitai”, “Taiheki, el dilema del comportamiento humano y el exceso de energía”, “El catarro en el Seitai, su naturaleza desconocida", "La táctica sin táctica, la quintaesencia de las artes marciales"

domingo, 30 de septiembre de 2018

Sakki, ki mortífero

El Sakki, por su semántica —ki mortífero—, aparenta ser más negativo que el anterior, Zyaki, pero no se trata de eso, sino de cómo el ki se involucra en el golpe decisivo. No obstante, es preciso conciliar la idea de ki mortífero con lo espiritual. Conviene recordar que antes hemos tenido que conciliar el vencer sin vencer o el combatir sin adversario. El sentido es el mismo y por eso la intención —deseo— de vencer o dañar no es sakki.

Igualmente ha de tenerse presente lo aprendido sobre la mirada, me-zen, puesto que el sakki se puede percibir en ella. Quienes me han conocido en combate dicen que tengo una mirada mortífera, pero les digo que no se han fijado en que también tengo una mirada dulce. Pero otros sí se han fijado, todo depende de la situación.

Del mismo modo, cortar el ki o hacer perder el ki del oponente requiere, por parte uno, de un ki decisivo, tanto que resulte mortífero, lo que no significa asesino ni violento. Si recordamos lo que conté de los motoristas que me rodearon, fue precisamente el sakki lo que los paralizó y evitó una pelea. Añado aquí que un testigo presencial sintió miedo.

"Con dieciséis años de edad, me rodearon unos matones dos o tres años mayores que yo; portaban las cadenas de sus motos. Uno de ellos me preguntó qué iba a poder hacer contra ellos, esperando así que yo me acobardase delante de otras personas que se hallaban allí. Sin miedo, les dije que me atacaran, si eso era lo que deseaban. Recuerdo que sentí como un cosquilleo en la espina dorsal y que no pensaba en nada. No hubo ninguna pelea, fueron ellos los que se acobardaron".

En otra ocasión, estaba con un par de amigos en un bar; recuerdo que fui al lavabo y al salir vi que un grupo de camorristas estaba burlándose de uno de mis amigos, quien era un poco flojo de moral. Le dije que no hiciera caso, pero ellos continuaron con sus burlas, pidiéndole que se acercaran para estirarle de las orejas. Entonces dije en voz alta: «iré yo la próxima vez que te molesten». Eran seis, pero huyeron a toda prisa.



No se entiende fácilmente este fenómeno, porque en realidad lo que ellos buscaban era una reacción vulgar, más o menos violenta, pero ahora sé que se encontraron con un ki mortífero que no esperaban. Lo percibieron en mi mirada y al mismo tiempo en mi calma. Les corté su ki y se les hice perder.

Cualquiera percibe el sakki de un oponente —son pocos los que lo poseen—, pero es aconsejable aprender si uno mismo lo posee. Eso no debe de confundirse con enojo, antipatía, ni bravuconería. Lo esencial a tener es cuenta es que nos enfrentamos al sakki del oponente antes que a él mismo y viceversa. Si uno tiene delante a un criminal o a un cobarde ratero, eso no quiere decir que posean sakki. Tampoco el oponente iracundo, por lo tanto tenemos que saber a qué nos enfrentamos. De nosotros mismos hemos de procurar, como he dicho, conciliar todo lo que se halle en el interior.

Sakki, ki mortífero es un apartado que pertenece al capítulo "Renovar la vía" de "La táctica sin táctica, La quintaesencia de las artes marciales".