miércoles, 29 de mayo de 2019

El sentido del movimiento espontáneo

El movimiento es un indicativo de que algo está vivo, pero es un movimiento espontáneo, del cual forma parte el deseo interior (del cuerpo). Es el deseo de vivir, lo que a su vez implica vivir sano. No se trata de comer lechugas y evitar el café, etc., sino de recuperar el movimiento ya perdido entre las brumas de la civilización. 

El mismo hecho de vivir se pierde en esas brumas por volverse un tanto algebraico, lejos de la espontaneidad de la vida. Asimismo, la salud y la enfermedad se vuelven ideas que pronunciamos como si fueran evidentes, aun cuando lo único evidente de la vida sea la vida.  

Pese a ello, el ser humano busca una panacea para vivir, aunque la vida es la única panacea. Lo realmente importante que puede hacerse es recuperar ese movimiento espontáneo, ahora, igual que volver al sentimiento de “ser naturaleza”. Eso somos, aquí en la Tierra, enteramente y en todo su esplendor; no una fracción, ni siquiera un cercano a la naturaleza. 

Sin embargo, el hombre se halla en medio de una decadencia de sentido común como resultado de una negación de su naturaleza. No se le concede importancia a la inteligencia del cuerpo, tal vez porque no se manifiesta en el terreno de los conceptos. Se manifiesta en el movimiento espontáneo. Aunque, ¿acaso es una danza? ¿Una nueva moda?

Todo movimiento biológico del cuerpo es movimiento espontáneo. No sucede por la voluntad humana y no es preciso saber la razón de vivir. El corazón late, la sangre circula, la digestión se realiza, respiramos, vivimos. Pero esto pasa desapercibido, uno solo quiere estar sano. Entonces, ¿por qué no fortalecer el movimiento biológico en vez de debilitarlo?



No fumar, no beber alcohol, caminar, comer o no hacer determinadas cosas, la ingesta de vitaminas, la dieta, el deporte, dormir, las reglas y remedios de la índole que sea, etc., son cosas que, aunque puedan ser saludables, son inferiores a la espontaneidad y autonomía del movimiento, así como la capacidad de reacción y adaptación (naturales) que de ello se deriva. La práctica del movimiento es una puesta a punto de esa capacidad que nos protege. 

Se trata de entrenar el sistema motor extrapiramidal, el cual se adormece poco a poco, debido a su falta de uso, aparte de lo esencial para estar vivos. Los excesivos cuidados, y la oposición radical al más mínimo malestar son maneras de adormecerlo y hacer que el cuerpo se embote o se insensibilice. El miedo a enfermar, además, llega casi a paralizar las funciones naturales de ese que llamamos cuerpo. 

Esto puede experimentarse al margen de lo normal si por ejemplo una persona es amenazada con un revólver. Todos los procesos biológicos se alteran, por así decirlo, pero mientras que el susto de la amenaza dura poco tiempo, el miedo a enfermar puede ser perdurable. Así se debilita el cuerpo y la espontaneidad de vivir sana y sosegadamente merma. 

El movimiento espontáneo (regenerador) es favorable, pero más que para cuidar del cuerpo, para cuidar del cuidador: el sistema motor extrapiramidal. En él se halla la inteligencia de la vida y se trata de reactivar lo que quiera que debilite, todo de una vez. Lo esencial es llegar a comprender que la naturaleza de uno es algo en lo que se puede confiar, más que nada. 

No es tan fácil hacerlo, porque, aunque aceptemos que el corazón late y confiemos en ello de una forma inconsciente, no confiamos en que nuestro cuerpo sepa por qué y para qué nos indisponemos. La razón es muy simple: para evitar el embotamiento. Por eso la práctica del movimiento nos devuelve, en medida proporcional, al principio; es decir, a cuando éramos unos bebés. 

Como personas adultas y racionales pensamos a veces preocupados en qué está ahora mismo ocurriendo en el cuerpo, pero lo único seguro es que está tratando de adaptarse a las continuas contingencias de un mundo fluctuante. Esto llega a percibirse claramente a través del movimiento espontaneo, o lo que es lo mismo, el Katsugen Undo.  



El movimiento se practica dejando que aflore lo involuntario, de un modo correcto, distinguiendo entre lo espontáneo del cuerpo y de la imaginación. Quiere esto decir que pueden darse movimientos inconscientes que se creen espontáneos, pero solo lo son los del cuerpo. Por ejemplo, bostezar, es uno de los más significativos. 

El movimiento puede surgir también sin intención de practicar. Una vez puestos a punto. Por ejemplo, cuando nos duele algo o nos sentimos mal. Se debe a que el extrapiramidal ha reaccionado doblemente, primero con el dolor y luego con tal vez una cantidad inusitada de bostezos. En tanto que uno mira a otros seres vivos podrá ver este tipo de cosas y adaptarse como todas las criaturas. 

La adaptación es un proceso natural (una ley) que nos permite sobrevivir tanto física como emocionalmente. Nos adaptamos al medio, al cambio, a la eventualidad; de lo contrario no podríamos sobrevivir, pero la adaptación puede ralentizarse o paralizarse, lo que significa que la capacidad de reacción del organismo se debilita o anula. Es entonces cuando algo serio nos pilla de sorpresa.

La adaptación es puro movimiento biológico, y hay una ironía muy humana. Es que el ser humano tenga que esforzarse para vivir, siendo el ser vivo que más dotado está en cuanto a adaptación y el que cuenta con el más perfecto sistema nervioso y, por consiguiente, con una autonomía mayor que cualquier otra especie.

El resultado catastrófico de ese esfuerzo es que cuanto más se esfuerza uno menos lo logra, siendo inconsciente de las capacidades reales de su cuerpo. Puede verse que muchos animales pierden un ojo, o una pata, o se hacen heridas graves a las que sobreviven, algo impensable en cualquier persona que viva en condiciones más o menos corrientes. 



Se debe nuevamente a nuestro estatus de civilizados que en sentido creciente va ralentizando la adaptación y las funciones naturales. Por eso el movimiento espontáneo pone a punto estas cosas, de manera que ese movimiento no es otra cosa que movimiento biológico.

Cuesta hacérselo entender a la gente porque es demasiado simple. Por eso mismo no resulta tan atractivo como lo complicado, pero la naturaleza es sencilla por compleja que parezca a nuestros ojos. Una hembra amamantando, o los corales creciendo bajo el mar, el árbol dando su fruto, son actos sencillos e inteligentes que forman parte del movimiento de la vida, aunque no tengan el reconocimiento que merecen.

Por esa falta de reconocimiento el cuerpo pierde voz y voto en cuanto a inteligencia. Aunque de esa voz, me maravillo incansable. Es más, confío en ella, me lleva a la reverencia incluso, seguramente porque me da razones de mi particularidad y de cada situación y experiencia. 

Evita que me abrace a la enfermedad como designación, indicándome el estado en que me encuentro, el verdadero, no el conceptual. Es un estado natural de movimiento biológico espontáneo. 

Libros de este tema: Katsugen Undo, la práctica que restablece la salud y la serenidad/Taiheki, el dilema del comportamiento humano/Entrevista con el cuerpo.