Superar la discordancia entre yo y el mundo no es un
ensueño, es el resultado de superar primero la discordancia entre yo y... yo.
De lo contrario, la opción disponible será el conflicto. La discordancia
conlleva la discordancia de reglas, de las cuales hemos hablado, en primer
lugar. El yo no es más que un conjunto de pensamiento y palabras, ordenadas
para dar significado a todo, incluyendo al propio «yo».
Si una regla nos es impuesta desde el exterior, o si una
propia es contradicha o inutilizada por la fuerza habrá conflicto; al mismo
tiempo, se valora y protege la razón de uno mismo frente a la de los demás,
siendo esta la regla principal.
La razón es un sustantivo abstracto, como la belleza, la
amistad, o el amor; al mismo tiempo, es incontable puesto que no podemos tener
cien razones en el sentido de ser cien veces racionales. En su forma verbal el
hombre «razona», es decir, que ejerce la razón o cognición. Pero a la razón se
le da un doble sentido diciendo: «Tengo razón»; es como decir que solo es
válido mi razonamiento.
«Tengo tres razones para afirmarlo», es hacer pasar lo
incontable como contable, y cada una de las razones es un argumento en defensa de
un valor. Este es el que se le da a las circunstancias y hechos relacionados
con la lógica, según nuestra interpretación.
La razón es pues lo que defendemos igual que un animal
defiende su territorio, solo que esta no es física, sino mental y por ende sintáctica.
La razón se compone de creencias, opiniones, certezas, perspectivas, reglas,
etc., que en su conjunto nos parecen racionales. Pero dejan de serlo por su
arbitrariedad. Aunque no dejaremos de defender aquello en lo que creemos y que
sin embargo no siempre es lo que decidimos.
Rara vez una persona ha decido libremente creer en algo
(sería un acto de fe). Lo que cree ha surgido de una experiencia (o varias)
pasada o simplemente se basa en ideas preconcebidas. Además, cada creencia se
percibe como una realidad absoluta en un mundo que, por el contrario, es relativo.
Siendo así, un problema o un conflicto se considerarán
igualmente como absolutos o inmutables. Al mismo tiempo, las creencias pueden
hacer que personalicemos el problema o conflicto. Tanto es así que uno llega a
percibirse a sí mismo como el problema o conflicto; se ha identificado con ello
y no puede establecer una línea divisoria.
¿Y quién es el que está equivocado? Alguien o algo, nunca
uno mismo a pesar de todo. Aunque el conflicto siempre estará ahí, si bien
existen dos clases de conflicto: interno y externo, relacionados entre sí.
El conflicto interno
Fuera del marco espiritual, no se experimenta la unidad de Ser.
Por el contrario, estamos divididos (mentalmente) en tantas partes como
queramos imaginar. Entre las diferentes partes puede haber un conflicto o
varios. De hecho, los hay en variedad y casi de forma permanente. Por ejemplo,
una parte de nosotros quiere, desea estar delgada y saludable, y otra nos
empuja a comer en exceso. Este es pues un conflicto interno.
¿Hasta dónde es responsable uno de sus conflictos? Lo cierto
es que se crean con el lenguaje con el que damos forma a la razón, creando un valor
de la misma. Si, por ejemplo, no somos capaces de tomar una decisión, es porque
no tenemos claro qué es lo que más valoramos en cierto momento y determinada
situación.
Además, entre algunas cosas de las que valoramos es probable que
haya discrepancias. Si lo que más aprecio (valoro) es la libertad y, al mismo
tiempo, me preocupa lo que digan los demás tendré un conflicto interno. Y tanto
lo que yo valore como lo que los demás digan está sujeto a una organización
sintáctica.
Por otra parte, hay que considerar cómo están organizados
los valores. Según lo estén pueden crear o no un conflicto. Si, por ejemplo,
valoro la honestidad por encima del éxito tendré un conflicto si por alguna
razón me veo obligado a sacrificar el primer valor por el segundo.
Aunque me descubro diciendo que en este caso sea preferible
no sacrificarlo nunca. Esto mismo demuestra, sirva de ejemplo, que para mí la
honestidad ocupa un elevado lugar en mi propia escala, aunque NO me crea
conflicto por tenerlo bien claro. Y conscientemente he sacrificado muchas veces
el éxito por la honestidad.
El conflicto externo
Opera de la misma manera que el conflicto interno, con
valores que entre dos o más personas difieren en importancia y orden. A esta
clase de conflicto se le sumará el conflicto (interno) de cada persona, lo que
a su vez creará un halo de incongruencia que una persona aprovechará contra
otra.
Imaginemos a dos personas que vivan juntas, una es metódica
(valora el orden y además el trabajo) y la otra no da prioridad a ninguna de
esas dos cosas, o peor aún, es perezosa. Antes o después habrá un conflicto
externo entre ambas personas.
Ahora supongamos que la persona que no valora el trabajo
sueña con conseguir algo. La persona que sí valora el trabajo es muy probable
que utilice la pereza de la otra persona como argumento contra ella. Pero la
persona perezosa se defenderá recurriendo a toda clase de argumentos según sus
creencias y preferencias. La otra persona hará lo mismo y así sucesivamente.
Imaginemos que se trata de varias personas, una familia, un
grupo, una nación, un planeta entero, quienes tenemos que convivir con la convicción
(inconsciente) de tener que ajustar (forzosamente) a todo el mundo a la propia
escala de valores, o la del «grupo líder», ya sea religioso, político, etc.
Por otra parte, y en base a lo antedicho, si una persona
trata de conseguir lo que quiere tratará de que otra persona no lo consiga.
Mientras tanto, es probable que lo que la primera consiga no sea lo que en
realidad quería.
En resumen, que nos enfrentamos a partes antagonistas, cuya
complejidad viene dada por ser entre uno mismo y con los demás. El asunto se
vuelve aún más complejo por la dependencia generada. ¿A qué? A una parte
negativa de uno mismo utilizada contra los demás o al conflicto en sí.
Y si de lo que se trata es de lidiar con un oponente verbal,
tengamos en cuenta que discutir no es lo mejor, sino cuestionar razones que él
trate de imponernos.
Extracto del capítulo La estructura del conflicto del libro: "Lenguaje transformacional, la sintaxis del bienestar emocional"
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