domingo, 19 de mayo de 2013

Un toque de meditación

Que nadie quiera cambiar el mundo; la especie humana, en conjunto, no tiene remedio. Pero el individuo sí… tú sí. Un medio es meditar, y volverse natural y sencillo. Así que, daré aquí un poco de información para quienes no hayan empezado todavía.

¿Por qué meditar? La mente siempre está trabajando por encima de sus funciones naturales, de modo que no vemos la luna, sino el dedo que la señala, porque es ahí donde miramos, al dedo. El dedo simboliza los problemas, las distracciones, las creencias, las opiniones, las palabras y un largo etcétera, lo cual no depara más que tensiones y disgustos. El ser humano se encuentra casi paralizado a nivel de sensibilidad y capacidad para vivir. Vivir, al mismo tiempo, resulta extraño a los ojos de los civilizados, tan pendientes de cómo hacerlo, con la excusa de ser felices y no ser desgraciados.

Sin embargo, si uno mira directamente a la luna, siguiendo con la metáfora, se podrá decir que habrá dejado de mirar y no ver. Para ello, lo único que se necesita es la calma. La cual sobreviene una vez que el amasijo de pensamientos copiosos deja de hervir en la cabeza. En otras palabras, no dividas las cosas a base de pensamientos, y ¿acaso no quiere uno ser feliz? ¿Con qué? ¿Cómo? Siendo que la felicidad no existe, más que en el marco de la vanidad y de la codicia, pero únicamente es una "repetición" de lo fugaz, yendo de Herodes a Pilatos, sin cesar. Ese más de lo mismo que los seres humanos adoramos tanto.

El hombre busca la felicidad, pero no la encuentra porque es una experiencia subjetiva; entonces la planifica y le da un sentido de progreso. El caso es que si consigues lo que quieres te sientes feliz, pero por muy poco tiempo; y las cosas son temporales, pero uno lo olvida, de modo que cuando las circunstancias nos lo recuerdan la felicidad se vuelve frustración. La misma que si no consigues lo que quieres o no logras evitar lo que no quieres. ¡Vaya lío!

Respira hondo y observa que el día y la noche se suceden, así como las estaciones y las mareas suben y bajan. Si se ven por separado estaremos mirando el dedo, pero si se ven en conjunto la luna será gozosa. En otras palabras, que la calma se establecerá en uno mismo. Nada de prisas ni seriedad. Necesitamos sencillez, espontaneidad e incluso ingenuidad, pase lo que pase, y sean cuales sean las circunstancias.

Si dejas de preocuparte por inquietudes que dividen el "yo" y el "tú", el bien y el mal, qué hacer y qué no, e incluso adversidad y dicha o vida y muerte, entonces surgirá un pensar y un hacer fluidos. En verdad, la dicha surge de la nada. Si surge de otro lado es ilusoria.

¿Cómo meditar? Se puede usar un cojín o zafu, como los utilizados en el Zen. Te sientas sobre el cojín con las piernas cruzadas, de manera que las rodillas toquen el suelo y la espalda esté recta. Las manos se colocan sobre el regazo; la mano izquierda sobre la derecha, con ambas palmas vueltas hacia arriba y los pulgares tocándose.

Los ojos están entreabiertos, mirando a un punto fijo a cuarenta y cinco grados hacia el suelo. A continuación se cuentan exhalaciones… del uno al diez. Y se empieza de nuevo. Si te pasas de la cuenta no pasa nada, vuelves a contar desde uno.

¿Qué hacer con los pensamientos? Por supuesto no hay que dedicarse a pensar, pero tampoco hay que luchar contra ellos y acabar neuróticos. Se les deja pasar como si fueran nubes vistas desde la ventanilla de un avión, o como los pájaros. Simplemente, no te entretienes con ellos. Van y vienen, pero no se quedan a darnos la lata.

Por otra parte, ideas y más ideas no sirven de nada, siempre lo digo. Pero si se llevan a la práctica es otra cosa… Y despertar no es nada raro, únicamente estar alerta, concentrados. Sin embargo, de lo que se trata es de hacer consciente lo inconsciente, pues ahí está lo que necesitamos recuperar, por una parte, y desechar por otra.

¿Qué puede esperarse de un ser que mira y no ve? Si uno es desagraciado no puede ver nada, y si es aparentemente feliz, tampoco. Por eso hay que hacer equilibrios entre ambas cosas y ver en qué consiste la vida y lo que nos rodea, incluida la gente. Por supuesto conviene ver o, mejor dicho, sentir el cuerpo. Cabe incluir la respiración o el propio espíritu, que viene a ser lo mismo. Ni qué decir tiene, el cuerpo y espíritu ajeno, o el espíritu de todo cuanto nos rodea, aunque parezca cosa de salvajes.




Daré a continuación algunas ideas de las que he puesto en práctica. Parecen chorradas, pero obligan a sudar lo suyo y, como suelo decir, hay que tener siempre a mano una buena provisión de toallas para arrojar al cuadrilátero de la desesperación. Claro que, si se terminan las toallas, habrá que recogerlas del suelo y reutilizarlas.

1. Hacer una lista de los pensamientos y actos egoístas de uno mismo (los del vecino de al lado NO sirven)

2. Observar (ver y escuchar) sin opinar.

3. No escoger (mentalmente) entre las cosas agradables y desagradables con las que nos encontramos a diario. Tener que escoger algo por el acto es algo distinto.

4. Usar poco la palabra NO; en vez de decir "no quiero ir", es mejor decir "prefiero quedarme"

5. Hacer una lista de creencias "incambiables" para ver cómo está construida la jaula en la que uno vive.

6. Observar qué hace y dice la gente, cómo se mueve, como camina, etc. Por supuesto, sin enjuiciar nada, ni mucho menos sacar conclusiones para tesis doctorales.

7. Comer al comer, y defecar al defecar, como dice un maestro Zen. Es decir, estar concentrado en lo que uno hace, dice y siente.

8. Observar los pensamientos, sentados desde una grada, como si fueran caballos que corren. No ponerse en medio para ser pisoteados… por los pensamientos.

9. Aparcar los problemas en el garaje mental.

10. Meditar mucho, que la mente parece un puchero con caldo en ebullición, y hay que enfriarlo.

Temas relacionados: "La dieta de los 3 budas" y "Un dios en el bolsillo".